Llueve. En la calle y en mi corazón. Al menos el día ha decidido acompañarme. Bajo un pretexto de cansancio y de astenia intento esconder a los que me rodean la desgana que brota del alma herida. Duele entregarse, duele amar de un modo imposible. Duele decir adios, duele… Ayer dejé a un lado mi caparazón y decidí sumergirme en mundos que antaño exploré. Mundos de sentimientos y pasiones. Vida. Y pude adivinar que te amo desde siempre, desde la eternidad, mitad de mi alma herida. Pero la ilusión, de forma sibilina, fue dando paso a la realidad.
Hoy, el golpe de agua me llama hacia la calle, necesito mojarme, beber a sorbos lo que quiero y no quiero perder, fundir lluvia y lágrimas, correr sin pasos, huir atada a tus cadenas, a las cadenas de tus ojos, de tu ser.
El caparazón grita, tal vez para acallar mi corazón, tal vez para darme otra vida, desarmado, permanece donde lo dejé, buscando una salida para su reconstrucción.
Llueve y duele.
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2 comentarios:
Yo tuve un mal momento en diciembre, pero sali y bastante rapido. Es cuestión de tiempo.La vida es movimiento nunca nos quedamos en un lugar, si estamos abajo, seguro volvemos a subir.
¡Animo!
Gracias anónimo, alguien me lee. No es un mal momento, solo son las secuelas de un reencuentro. Bello pero fugaz. Gracias de nuevo.
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