El despertador sonó como todas las mañanas. Era el puñetero gallo de mi compañera de vivienda que me anunciaba veinte minutos antes que el mío que la vida empezaba en nuestro piso compartido. Convivir con otras personas tiene sus ventajas y sus inconvenientes y este, era uno de los inconvenientes que intentaba llevar con paciencia estoica, aunque en más de una ocasión estuve tentada de tirarle por la ventana o simplemente de regalarle otro con una melodía mas sutil. Pero, como la mayoría de los días, no hice nada, ¿quien estaba de humor para discutir a las 7 de la mañana? Me di media vuelta y preferí retozar un poco entre mis sábanas, esperando que sonara el mío. Después de todo había dormido ocho horas, estaba descansada y era jueves. El fin de semana estaba cerca y podría ver a mi novio que venía de permiso de la mili.
Esperé que saliera mi compañera del baño y comencé con mi rutina diaria. A las 8 estaba saliendo de casa en dirección al metro. Me crucé con las mismas caras de todos los días y me pegué mi carrera de rigor para llegar a tiempo al andén.
Mi nombre es Laura y desde hace un año trabajo como programadora en una empresa multinacional informática. Soy la más joven de mi equipo de trabajo y como tal me toca comerme todos los marrones que aparecen. Espero que hoy no sean muchos.
- Laura, ¿te vienes a desayunar?
Es Marco, un compañero de trabajo. Esta noche hemos quedado para salir a tomar una copa. ¿Por qué no? Mi novio está haciendo la mili y su novia... Bueno, ese es su problema. Es un chico bastante divertido y me encuentro a gusto con el. Además, eso de salir un jueves por la noche me apetece un montón, me recuerda a mis tiempos de estudiante.
Desde que vine a vivir a Madrid he llevado una vida demasiado rutinaria, la responsabilidad diaria del trabajo, el cine de los miércoles por la tarde y el fin de semana para el mismo ocio de siempre. Creo que me estoy acomodando demasiado a mi vida y no me gusta. Llevo varios días dándole vueltas al tema, pero al final he aceptado porque pienso que puede resultar interesante conocer a alguien que se salga del círculo de amistades de mi novio. Además, hoy tengo ganas de aventura y Marco seguramente será un buen anfitrión, conoce bien la noche de Madrid.
Me estuve preparando para salir y sobre las once pasaste a recogerme. Me esperaban tus ojos chispeantes, tu sonrisa y una guía del ocio.
- ¿qué te apetece que hagamos? Echa un vistazo a la guía.- dijiste
- Decide tú – contesté.
No sé si era falta de iniciativa o ganas de dejarme llevar, de cualquier forma, fuera lo que fuera, me abriste la puerta del coche con la cortesía que siempre te ha caracterizado y despegamos rumbo a lo que sería nuestra noche.
Una o dos copas en Area. Charlamos con unos conocidos que te encontraste y jugamos unas cuantas partidas al futbolín. Tengo que reconocer que me encanta jugar al futbolín y con un rival como tu, la cosa ganaba en peso. De ahí, bajamos a otro garito que estaba en Opera y luego al Honky y entre risas y momentos de complicidad fueron pasando las horas. Era tarde, serían las 4 de la mañana y al día siguiente trabajábamos, pero aún así decidimos tomar la última. No recuerdo el nombre del sitio, pero sí que era tranquilo, una partida de dardos y nos sentamos a charlar en un sillón. El cansancio, el deseo de cercanía o la atmósfera que habíamos creado juntos me hizo apoyar mi cabeza en tu hombro. Se hizo el silencio, ese silencio que presagia lo que es inevitable y entonces las manos empezaron a juntarse y los dedos no paraban de juguetear, nerviosos, expectantes y los ojos se buscaron y los labios se fundieron y la sensación de paz, de ternura y al mismo tiempo de deseo me invadió. Seguimos besándonos allí, en las escaleras, en el coche, en la puerta de casa, en el ascensor y nos apresuramos a subir a mi habitación antes de que cantara el gallo de nuevo.